Hoy la estrategia del Mal apenas tiene secretos para la inteligencia de la libertad, cuando el 10 de septiembre de 2001 ese mismo Mal aún carecía de rostro, nombre y misión para nosotros. Hoy sabemos dónde encontrarle, tan lejos como cerca, agazapado en "montañas y desiertos lejanos" como también de incógnito en nuestros barrios, escuelas, universidades, centros de trabajo y redes de telecomunicaciones. Atesoramos conocimientos útiles, sabemos cosas de su carácter que antes ignorábamos, como que no mata a causa de la pobreza o de la injusticia, sino porque odia nuestra forma de vida y persigue su total destrucción; certezas acerca de su método, como que se dispersa en cientos de células autónomas mentalizadas para traspasar la última frontera moral y provocar un sufrimiento lacerante e indiscriminado a la población civil; evidencias como la de que no es un Estado pero cuenta con la cobertura financiera y logística que le proporcionan Estados terroristas.
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