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domingo, 28 de junio de 2009

LE NIEGAN COMULGAR A UNA NIÑA CON SINDROME DE DOWN

Discapacitados: ¿por qué negarles la comunión?

Recientemente, en Barcelona un cura se negó a dar la comunión a una niña con Síndrome de Down; poco después, pudo recibir el sacramento en una parroquia vecina.
Aunque cada vez se producen menos situaciones de este tipo, cabe preguntarse: ¿por qué sigue habiendo casos de rechazo?
El especialista en Bioética José Ramón Amor es rotundo: “Los católicos con discapacidad intelectual tienen derecho a participar en los sacramentos como miembros de pleno derecho de la comunidad eclesial, no es un asunto que quede a la discrecionalidad del párroco“.
Por su parte, Jesús García, consiliario nacional de Fe y Luz, movimiento que trabaja para que los discapacitados encuentren su lugar en la Iglesia y en la sociedad, hace suyas las palabras de Benedicto XVI: “se ha de dar también la comunión eucarística, cuando sea posible, a los discapacitados mentales, bautizados y confirmados: ellos reciben la Eucaristía también en la fe de la familia o de la comunidad”
José Ramón Amor Pan, refuerza su argumento en favor del derecho de los discapacitados a participar en los sacramentos, recordando las palabras de Juan Pablo II (encíclica Ecclesia de Eucharistía), las de san Pablo (primera Carta a los Corintios), y las del propio Jesús (en la parábola de los invitados al banquete).
Teniendo en cuenta esto, en su opinión, “produce rubor y vergüenza que a estas alturas pueda existir aún algún agente de pastoral que desconozca estas elementales reflexiones.
Con esa actitud, no sólo manifiesta gran desconocimiento del mundo de las personas con discapacidad intelectual, sino, lo que incluso es aún más grave, una ignorancia de la más elemental teoría sacramental“.
Y concluye, refiriéndose a quien aún hoy se opone a dar la comunión a un discapacitado mental, con la frase: “¡Padre, perdónale, porque no sabe lo que hace! (Lc 23, 34)“.
Jesús García reconoce que, aunque “en los últimos tiempos se van dando pasos decisivos para su reconocimiento como personas en todas sus dimensiones“, todavía sigue siendo necesario el trabajo de comunidades como Fe y Luz para lograr la plena integración de los discapacitados mentales.
Para este movimiento, cada uno de estos individuos “es una persona plena y especialmente amada por Dios.
Es la experiencia de que en estas personas humanamente débiles, Dios se hace especialmente fuerte: Jesucristo vive en ellos, aunque la persona no lo pueda expresar con los métodos convencionales“.
Para los miembros de estas comunidades ocupa un papel fundamental la celebración de la Eucaristía, en la que ponen “un especial cuidado en usar adecuadamente las distintas formas de lenguaje previstas por la liturgia de la Iglesia: palabra y canto, gestos y silencios, movimiento del cuerpo…”.
Asimismo, esta experiencia se alimenta, según Jesús García, “con planes de formación que ayudan, desde la peculiaridad de cada miembro, a ahondar y fortalecer en la propia vocación cristiana“.
Más información en el nº 2.666 de Vida Nueva.

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