Mientras el actor Hugo Silva se hace pasar por un albañil y labrador asesinado en 1936 por un grupo de falangistas, el diario de Planeta le recuerda el crimen de Pedro Muñoz Seca, asesinado en Paracuellos tras cuatro meses de cárcel y condenado a muerte por "fascista, monárquico y enemigo de la República. Murió al grito de "viva España y viva el Rey". Una vez fallecido le arrebataron todo y le cortaron el bigote.
Por su parte, Carmen Machi se mete en la piel de Isabel Picorel, fusilada en el municipio de Fresnedo en 1936. Ante esto, el diario recuerda el caso del padre de Miguel Martín Benito, natural de Camuñas (Toledo). Fue detenido cuando volvía de arar. En la puerta de su casa le esperaba un grupo de milicianos. No pudo ni cambiarse de ropa. Su cuerpo fue arrojado a la mina de Cabezuelas junto con otros 5.000 cuerpos durante la Guerra.
Igualmente, Juan Diego Botto cuenta la historia de un maestro herrador fusilado en 1936 en León. Como respuesta aparece el asesinato del párroco de Navalperal de Pinares el mismo año. Una avanzadilla republicana entró en el pueblo "dando tiros" y con pañuelos rojos. Rápidamente fueron a buscar al cura. Éste intentó ocultarse y fue encontrado mientras confesaba a una mujer. Arrastrado a golpes fue fusilado. "Me matarán ustedes pero yo no he hecho mal a nadie. Bien, todo el que he podido", dijo antes de morir.
Juan Diego representa a Feliciano Marcos Brasa, miembro de las Juventudes Socialistas fusilado a finales de 1936. La Razón publica el caso de Antonio Gascón, comisario de Policía asesinado el 1 de noviembre en Paracuellos, en la primera jornada de fusilamientos. Un grupo de milicianos fue a buscarle de madrugada a su casa. Los vecinos de Paracuellos relataron a la familia el calvario de Antonio. "Una vez muertos, les arrancaban los dedos y las muelas de oro con alicates", cuentan.
A los subvencionados por el Gobierno de ZP a cambio de favores, los de la ZEJA se les olvida esto:
Terror rojo en España
Es el nombre dado a un seguidilla de acciones violentas cometidas por los republicanos españoles durante la Guerra Civil Española. Esto incluyó saqueos e incineración de monasterios e iglesias y la matanza de 6.832 miembros del clero Católico, así como ataques contra personas que se oponían a la instauración del comunismo en España.[1] El terror consistió en acciones organizadas y perpetradas por todos los grupos marxistas
Represión criminal
Tras el levantamiento, en las zonas en las que no triunfó la insurrección, se desató una revolución que propició la desaparición o transformación de muchas instituciones. En las grandes ciudades surgieron las fuerzas paralelas a las de orden público, cada partido político contaba con sus milicias y también disponían de sus propias "checas", especie de cárceles, que pronto se significaron por la práctica de la tortura (en Madrid llegaron a abrirse varias docenas). Los marxistas dieron especial importancia a la autoridad municipal y numerosos ayuntamientos fueron tomados y los comités revolucionarios asumieron sus funciones, desplazando, también, a las fuerzas de orden público.
La revolución se inició con una oleada de asesinatos, destrucciones y saqueos.[1] En las grandes ciudades, las milicias de los diferentes partidos se dedicaron dar el paseo a todo aquel que identificaban como potencial enemigo. Los sacerdotes y frailes fueron los que más sufrieron sus iras, desatándose lo que se ha conocido como la persecución religiosa, asesinando a cerca de 7.000 eclesiásticos en toda la geografía española. Uno de los ejemplos más destacados entre los casos de la brutalidad revolucionaria ejercida contra el clero aconteció en la diócesis de Barbastro, donde se asesinó a 123 de los 140 sacerdotes, es decir, el 88% de sus miembros.
En Madrid, durante el mes de noviembre de 1936 se produjeron las sacas masivas de presos que, ante la cercanía del frente, se consideró que debían ser trasladados. La mayoría de estos presos no llegaron a su destino, entre 2.000 y 5.000 fueron fusilados en el municipio de Paracuellos y Torrejón de Ardoz.
Los tres primeros meses de la guerra fueron de especial terror en las grandes ciudades de la zona republicana. Madrid se convirtió en territorio ocupado por un laberinto de milicias que, al amparo de la noche, sacaban de sus casas a aquellos que arbitrariamente eran denunciados por colaborar con el Bando Nacional; en casos, la prueba consistía en haber escuchado radio Sevilla o haber encendido las luces del coche, supuestamente para orientar a los aviones de los sublevados. Esos meses, las embajadas se llenaron de refugiados.
Miles de detenidos por el bando republicano eran enterrados vivos en cal viva.
En Barcelona la situación fue muy similar a Madrid, con el añadido de que fueron frecuentes los enfrentamientos entre las distintas milicias principalmente las de la UGT se enfrentaban a las de la CNT y los comunistas del PSUC se enfrentaban a los trotskistas del POUM.
Claro que siempre nos dirán que todo esto es mentira, que los republicanos eran almas de la caridad.
En Barcelona la situación fue muy similar a Madrid, con el añadido de que fueron frecuentes los enfrentamientos entre las distintas milicias principalmente las de la UGT se enfrentaban a las de la CNT y los comunistas del PSUC se enfrentaban a los trotskistas del POUM.
Claro que siempre nos dirán que todo esto es mentira, que los republicanos eran almas de la caridad.
Pero lo cierto es que en ambos bandos se cometieron autenticas atrocidades, aunque estos impresentables de la ZEJA se empeñen en ignorarlo.
Claro que la pela es la pela y a estos les gusta mucho el dinero (subvenciones)
Almodobar & Cia, mi abuelo como muchos otros españoles murió en una checa, para más INRI era apolítico.
Para ustedes caraduras mi abuelo tampoco existe.
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¡Zapatero cuanto daño estás haciendo a los españoles!
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¡Zapatero tu si que seras juzgado, por Dios y por la Historia!
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