LA NUEVA WEB

jueves, 30 de julio de 2009

EN POLÍTICA TIEMPOS PASADOS FUERON MEJORES

Verano de retornos. Al menos en el deporte profesional, actividad que precisamente suele alcanzar sus más altas cotas de expresión desde la juventud. Paradójico. Volvió Lance Armstrong y vuelve Michael Schumacher. Y digo yo, ¿tendrán que volver los abuelos de nuestra política para sacar adelante la negociación de los agentes sociales en mitad de una crisis económica tan grave como la presente?

El alemán, uno de los grandes pilotos de la historia,
vuelve a la Fórmula 1, para disgusto de Marc Gené, en sustitución del accidentado Felipe Massa –lo bueno es que el brasileño ya salió de la UCI y ya anda– y sobre todo para rescatar a Ferrari, para dar algo de luz a la escudería italiana en esta temporada tan extraña, con los Brawn y los Red Bull subiéndose a las barbas de los grandes.
Vuelven los abuelos porque los jóvenes no dan la talla. Es posible. Se me ocurre otro contexto en el que ese regreso, el de los abuelos, sería deseable: el patio político y económico de España. No parece que nuestros líderes se estén mostrando a la altura de las circunstancias. En plena crisis, los que llamamos agentes sociales han sido incapaces de negociar un acuerdo de mínimos. ¿Culpa de Diaz Ferrán? Podría ser. Tal vez el patrón de patronos juega más a la política –
"¡Esperanza es cojonuda!"– que a ayudar a capear el temporal de la crisis. O sea, que no está asumiendo su responsabilidad en el presente momento, el de los más de 4 millones de parados. Tal vez sean Cándido Méndez y Fernández Toxo los que no están dando la talla. Acaso también el propio presidente Zapatero.
Sirvan estas líneas para pedir el retorno de los abuelos. De nuestros "schumachers" de la política. Ellos sí cumplieron.
No cabe duda de que la habilidad y la capacidad de la clase política española de los últimos diez años está muy por debajo de la que conocimos en los primeros años de nuestra joven democracia. Y puede entenderse. En los años 60 y 70 la política llamaba a los más preparados y comprometidos porque el país les necesitaba. Así conocimos a Adolfo, a Felipe, a Santiago, a Miquel y a muchos otros. Hacían falta. España se la jugaba. Y nos salió bien. Pero desde hace unos años, y gracias a que ellos supieron hacer su trabajo (negociar, consensuar y negociar otra vez), ya no es así. España ya es un país con una democracia consolidada, un país tranquilo, más aburrido, menos extraordinario; ya no somos ese lugar al que miraban con curiosidad los medios de comunicación europeos... porque un policía vestido de torero había entrado en el Parlamento.
Hoy, afortunadamente, somos un país más. De modo que la gente bien preparada y comprometida no apuesta por la política, actividad que ya no les seduce y que huele a... bueno, que no huele a lavanda como en la transición. Ahora esos jóvenes apuestan por ser brillantes ingenieros, directores de cine, astronautas o responsables de una ONG. España ya no necesita que los talentosos dediquen su esfuerzo a dirigir el país. Tan normal se nos hizo el país que nuestros políticos tornaron en grises. Y así estamos de mediocres con los; En un momento de crisis gravísima, y ahora que Armstrong y Schumacher han regresado para intentar comerle la moral a Contador y a Alonso, tal vez cabría llamar a concurso a los viejos líderes de la negociación de este país... aunque sólo sea para sacar los colores a quienes no acaban de asumir un compromiso ante la crisis.

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