¡Oh, cuan lejos están aquellos días en que jugando alegre y placentero, en tu blando regazo me dormias!
¡Con que grato embeleso recogías la balbuciente frase pasajera que, por ser de mis labios la primera con maternal orgullo repetias!
Hoy que de la vejez en el quebranto, contemplo la vida sin encanto, al recordar tu celestial cariño, de mis cansados ojos brota el llanto, porque, pensando en tí, me siento niño.
Un golpe dí con temblorosa mano sobre su tumba venerada y triste; y nadie respondió ...
Llamé en vano porque ¡la madre de mi amor no está!
Volví a llamar, y del imperio frío se alzo una voz que dijo: ¡Si está!
Las madres, nunca mueren ...
Hijo mío desde el cielo te vigilo triste.
¡Las madres, nunca mueren!
Si dejan la envoltura terrenal, suben a Dios, en espiral de nubes...
¡La madre, es inmortal!
Madre sigues estando en mi memoria y lo seguirás estando hasta el último día de mi vida.
¡¡¡TE QUIERO TE ADORO Y TE VENERO!!!
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